Querida vejez, dos puntos:
Me he pasado más de media vida suspirando por ti,
porque contigo me veía feliz
y plácidamente sentado en un banco del pueblo,
mirando la vida pasar
y con el mar al fondo
(en todos mis fondos siempre está el mar),
me veía sentado,
tranquilo,
sosegado,
un poco amodorrado después de la comida,
intranquilo e incómodo
por el ruido de algunas motos con escape libre,
y jurándome que un día de esos,
tendría que quemar una en la plaza del pueblo.
En fin, querida vejez,
te tenía en un pedestal
y ahora que te tengo a las puertas
me estoy dando cuenta
de que no todo era tan perfecto,
que el banco del pueblo luce podrido,
que el ruido de las motos es bestial
y que yo no me encuentro
con esas fuerzas necesarias
como para ponerme a quemar motos.
Lo único que soy capaz de quemar a éstas alturas de mi vida,
es otro trozo de leña en mi querida chimenea...

No hay comentarios:
Publicar un comentario