LA RECETA

 

La vida es mucho más sencilla de lo que creemos, el caso es dar con la tecla que pone, "que queremos". Es como una receta de cocina, hay que mezclar los alimentos con los condimentos y según las cantidades de cada uno sale un plato u objetivo distinto. Si haces patatas fritas y le mezclas huevos batidos y un poco de sal, puedes sacar una tortilla cojonuda y si le echas menos huevo te puede salir un revuelto de huevos con patatas. Pues en la vida pasa lo mismo (hoy estoy mesiánico). Si en cambio de un plato de cocina, quieres conseguir ser una persona estable, pues toca poner las condiciones y éstas las tenemos delante de nosotros. Te buscas una relación estable o sea te casas o te arrejuntas con la vecina o con quién sea. Te buscas y consigues un curre estable y mejor que sea fijo. Te compras un coche con tracción a las cuatro ruedas y que tenga estabilidad aerodinámica de sobra y con un motor de mil caballos. Te buscas un psiquiatra que te controle y que te de estabilidad psicológica y emocional y ¡zas! ya tienes la receta hecha la fórmula mágica. A partir de ese momento eres un hombre con estabilidad pura y resistente.
Sí ya sé y ya sé que eso no existe y que puedes tenerlo todo y en cambio estar más perdido que un pulpo en un garaje. Pero que coño, la base es esa, esa es la base de todo, poner los ingredientes e irlos mezclando hasta dar con la cantidad de cada uno de ellos. Se podría hacer un libro de recetas de los estados del ánimo y su correspondencia con la inteligencia emocional. Por ejemplo, quiero estar contento, pues de ingredientes pongo: uno, relajarme en luna piscina de agua calentita y sin alaridos de niños. Dos, quedar con los amigos, que no amigotes, pues para eso está el bar de todos los días y no la piscina. Tres, reírme con el gas de la risa. Cuarto, quedar con una titi y ya sabes ... y sino lo sabes, pues te lo supones. Cinco, lo de privar es opcional y según te vaya la mandanga o sea según te siente, pues ya sabemos que hay personas que cuando privan se transforman y a veces les da por llorar y eso va en contra de sentirse contento.
En fin, hay los ingredientes necesarios para estar contento, sólo hay que saber utilizar cada uno de sus ingredientes y darle a cada uno su tiempo y su medida justa. Claro que eso es lo más difícil, saber el tiempo adecuado que tiene cada uno. Recuerdo que cuando era un chaval jugaba ya a éste juego y mezclaba: playa, sombras, fútbol, bicicleta, baile de guateque y sangría y de ahí salía un rebujadito de cosas alucinantes. Ahora bien, si te pasabas de sangría acababas borracho como un piojo y el tema era ese, dar con el punto justo de cada cosa. Cuando lo conseguías, cuando dabas con las medidas justas, ya no era que estuvieras contento, sino que eras el tío más feliz del mundo y puede, que del universo entero.



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JULIO CORTÁZAR