Le doy vueltas a todo, y empiezo por la mañana y en cada segundo le
doy una vuelta de más y así al final queda un paño estrujado, arrugado,
denso y espeso. A veces pienso en el efecto boomerang, o sea pienso y
decido una cosa y después otra y al final esas dos cosas vuiene
acrecentadas, o sea que me llegan con más fuerza. Y de nuevo empieza la
rueda, la traca, la noria y por último me mareo. Es exagerado lo de
marearse, pero es una forma de expresarse o sea que no me mareo, pero
casi. El vértigo, me parece más acertado, el vértigo, el puto vértigo,
el que te dá cuando estás a los pies de un precipicio o de un veinteavo
piso. Y hablando de eso, de alturas, lo más alto que viví fué en un piso
18, allí en una torre horrible que aún hay en A Coruña. El sitio era
una pasada, pues daba a la playa de Riazor, la playa de la ciudad, pero
lo que era en sí el edificio, era un cagarro de mierda sólo que muy
alto.Allí en A Coruña el viento sopla que pela y éste cucurucho de edificio estaba desafiante frente al mar, dando la cara, y cada vez que el viento se cabreaba había pequeñas oscilaciones, no eran grandes movimientos pero sí pequeños vaivénes. Aparte que el viento se filtraba por los resquicios de las ventanas, que eran muchos y grandes, sobre todo por ser casa alquilada que no se repara con muchas ganas. Así que el silbido del viento era la música de fondo, que suena muy romántico pero cuando la tienes todo el día en tú oreja, es para volverte loco. Ahora las vistas, las vistas eran perfectas, eran unas grandes vistas, y lo más curioso de todo, es que para mí la mejor vista no era el mar, la mejor para mi, era la vista de la ciudad. Desde allí arriba, dominando la ciudad, las luces de neón, los semáforos de colores, los faros de los coches, las luces de las casas, era un paisaje completo, un paisaje de urbanita.
Yo no tengo que olvidar, que al mar, lo he visto por todos los lados y por todos los ángulos y desde todas las perspectivas, por tanto verlo desde la cima, me gustó, claro que me gustó, pero no pasó de gustarme y en cambio, ver a la ciudad desde allí arriba fué un alucinación de colores, además que esa vista te ponía y como te ponía, te llenabas como un pavo al ver al mundo rendido a tús pies, ¡que sensación de poder!. La misma sensación o parecida, la tuve hace poco, cuando en Barcelona subí a la torre de telecomunicaciones o torre de Norman Foster, sí, el que se casó con aquella tía que por la tele nos daba lecciones sobre el sexo, que manda carallo, lecciones sobre sexo, pero bueno alguien tenía que darlas, además que su principal virtud es que era una comunicadora muy buena, lo del sexo sólo era el guión que le tocaba. Pues éste pirulí está en la parte más alta de Barcelona y se tienen que subir doce plantas y entonces desde allí arriba te sientes el amo del mundo, ¡que sensación!, ¡que plenitud!, que borrachera de los sentidos. A éste pirulí se debe subir cantidad de veces el Artur Más, para ponerse y sentirse el amo de Cataluña, pues no sólo se ve Barcelona, también se ven las grandes ciudades de su alrededor, el que llaman el cinturón industrial de Barcelona..
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