yo estaba enamorada
y escribía haiku y artículos y poemas y confesiones
tenía con frecuencia epifanías
a veces me quedaba embobada en la calle mirando el cielo
y un mail o el sonido del teléfono eran un aleluya
y soñaba constantemente un cuerpo, solo uno
ahora escribo poco y meditado
me sorprendo a veces observando el cielo de tarde
ayer contemplé cómo un edificio se perfilaba solitario en la luz plateada
después tomé el té con un amigo y hablamos de libros y de cine
y del tiempo —de ése implacable del que pasa—
y de este tiempo terrible
y de la infancia no redimida
y de nuestra juventud confusa
y de seguir pese a todo
y de lo que haríamos con los veinte o treinta años
que tal vez nos quedan
y es cierto que ya no estoy enamorada
que apenas recuerdo aquel cuerpo
que escribo poco y no sé si lo de meditado es una excusa
y que cada noche
busco la luna sobre las antenas
y me miro al espejo
y no sé si me perdono

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