El hecho de ser habitados por la nostalgia
demuestra
que el poso que dejan los sentimientos
es nuestra principal fuerza motriz.
Casi siempre de una manera u otra
volvemos al sitio donde nacimos.
Allí, volvemos a jugar al escondite
y recuperamos el sabor que nos dejó
nuestro primer beso.
Después y poco a poco
nos vamos diluyendo hasta hoy en día.
Y entonces
es cuando nos damos cuenta
que somos seres viejos habitados de nostalgia.

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