¡QUÉ NUNCA PARE DE LLOVER!

De tanto apretar los dedos,

los nudillos me sangran,

de tanta vida que he recibido,

creo que también la he devuelto y con creces,

de tanto llorar por las esquinas y como un alma en pena,

he secado mis lagos y mis sinuosos ríos

y ahora yazco en pozo seco

y esperando el milagro de la lluvia,

ahora dependo de otros,

del viento, de las nubes,

de los nubarrones, 

de los temporales y ciclones,

ahora dependo de que el mundo se ponga del revés

y que de una vez por todas... 

¡que nunca pare de llover!.

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JULIO CORTÁZAR