¡MALA SUERTE!












Tengo la vida dentro de un pañuelo,

lo miro y sé que está lleno de mocos,

el pañuelo y mi vida, los dos son un todo...

...pañuelo de tela usaba mi padre,

también mis tíos y muchos otros,

yo nunca entendía como después de sonarse

se metían en el bolsillo el pañuelo lleno de mocos

y así estaba establecido y era norma social,

y claro, 

cuando tenías una herida que sangraba,

cosa bastante habitual en un niño peleón y rebelde,

mi padre se metía la mano en su bolsillo

y extraía su pañuelo

y con todo el cariño del mundo me decía:

toma y límpiate,

pero yo desconfiaba

y antes de cogerlo lo revisaba minuciosamente,

si por algún lado estaba mojado, mal asunto,

si estaba encogido y arrugado, 

el pronóstico también era de horrible a pésimo,

es  decir, o estaba limpio de verdad

y pasaba la prueba del poligrafo,

o yo prefería dejarme desangrar...

hay cosas y escrúpulos que resultan ser inexplicables,

mira que de aquellas éramos niños sucios y guarros al cuadrado,

y en cambio a mi me preocupaba más que nada y por encima de todo

el tema del pañuelo y los mocos...

más tarde vinieron los pañuelos de papel

que serían tirados

después de un acto de servicio

y entonces cambió la cosa y cambió el mundo...

se dejaron de ver niños mocosos

y con una vela o dos velas colgando de su nariz,

porque resulta que el pañuelo de tela

lo llevaban los tíos adultos

y a los niños no nos quedaba otro remedio,

que sorber los mocos

y al querer sorberlos aquello era tan denso que era un sube y baja,

el moco ascendía con el sorbo

y en cuanto dejabas de sorber, volvía a bajar,

era un moco ascensor...

nosotros o mismo yo,

fuimos niños mocosos,

nos encantaba hurgar con el dedo

y hasta casi tocar el cerebro,

después, mirábamos el moco arrancado de la cueva,

y entonces hacíamos una bolita con él,

y cuando se iba solidificando a base de amasarlo como una miga de pan,

le dábamos con un dedo

y como si fuera un lanzamiento de canica hacia el infinito

y así era lanzado al espacio de tu alrededor

y si a alguien le caía encima,

¡mala suerte!

no sé, sería algo que ha traído el viento...

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JULIO CORTÁZAR