PEQUEÑAS REFLEXIONES


Si me dieran a elegir un superpoder, pediría tener la capacidad de rebobinar y al mismo tiempo, de avanzar en mi vida y como si el todo en el que me encuentro ahora, fuera una película sin fin. Que pasen en dos minutos, todas las diapositivas que necesite para llegar al destino que sea y ya sea el parcial o el definitivo. No tener que sufrir el esfuerzo diario de revivir todos los recuerdos y con el peligro de que me quede estancado en alguno de ellos y que suele ser una situación dolorosa. Yo querría volver atrás y seguir aprendiendo del antes, del ahora y de lo que está por venir. Avanzar y ver los créditos que conseguirás al final, y ver quiénes son los nombres de los protagonistas que te rodearán en lo físico y en lo mental y por supuesto, en lo sentimental y saberlo antes de abrir la puerta del más allá. Pararme un segundo, a escuchar una música que te guste y que te entusiasme y que te traslade a aquél lugar, pararte a ver si hacen juego el color de las paredes con las cortinas del salón de casa y a ver si el tono es el correcto o no lo es y porque no todo tiene que cuadrar, pero sí que por lo menos tendrá que coincidir dentro de tu cabeza y sobre todo y por encima de todo, te tiene que gustar y para que así, puedas disfrutar un poco más. Y es que si todo tuviera que cuadrar perfectamente, entonces se acabaría perdiendo esa chispa que nos estimula en el día a día y porque sin esa chispa nunca habría ideas nuevas y originales. La vida pasada es bonita, porque lo fue y además, porque no va a volver a ser de la misma manera que fue. La vida futura es bonita porque no sabes cómo va a ser y eso te intriga y da vidilla a tu maldita curiosidad. La vida presente, es bonita y porque cada segundo de vida que pase es estar más cerca del objetivo de llegar a la cima y desde allí tendremos las mejores vistas que podamos imaginar. Lo único de malo que tiene todo esto, es que el cuerpo físicamente va en caída libre. Pero claro, eso nadie lo puede cambiar. De momento, no hay recambios.















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JULIO CORTÁZAR