NORMAL, ANORMAL Y PARA NORMAL (Reflexión Aristotélica)

Ahora con la perspectiva que dá ver la vida desde la lejanía, es decir, vista la vida con el prisma del paso de los años y con esas ganas entusiastas que tengo yo de descifrar los misterios que me he ido encontrando, yo llego a preguntarme, si a mi vida le tengo que poner un sello, un sello que ponga si he tenido una vida normal o anormal o paranormal. En definitiva si me he desenvuelto dentro de los parámetros de la normalidad o fuera de ellos. El que ponga un sello u otro, es un juego, pero un juego que me puede ayudar a saber por donde me he movido. Si concluyo que mi vida fue normal, entonces la anormal o paranormal fue la vida de los demás, pues parto de un principio irrefutable, mi vida no se parece en nada a la de los demás. Y al revés también vale o sea, si mi vida fue fuera de lo normal, la de los demás fue normal.

                             A veces tiendo a pensar que yo fuí normal, pero muy movidito, desde luego, tranquilo y sumiso, nunca lo fuí. Y en otras ocasiones tiendo a pensar lo contrario, es decir  que nunca fuí normal y siempre me salí por la tangente. Para mí tiene más peso ésta última teoría, pues me encanta salirme por la tangente y siempre disfruté con ello. Y ya no digamos moverme en el filo de la navaja y hacer todo tipo de equilibrios y componendas, eso me apasiona y me apasionó desde siempre. Claro que estos son juegos peligrosos y no siempre uno está en plena forma para poder desarrollarlos. Si uno está bien, ¿qué le importan los límites establecidos?, pero cuando uno está mal, si importan mucho. Si yo me encuentro en mi salsa y con esa aptitud vital que yo tengo, los límites me los paso por el forro de los cojones y mantengo mi pabellón particular bien en alto. Pero cuando se está ahí arriba, por el camino te vas forjando enemigos, pues a veces hay personas que mal interpretan tú forma de ser y les resultas provocativo y hasta personas de tú entorno habitual se reviran contra tí. Hay mucho componente de envidias y de resentimientos y eso se acumula y sólo esperan el momento de verte débil, para darte un buen palo en la cabeza, un buen golpe mortal, un golpe definitivo.

                           Esto que describí anteriormente lo he comprobado in situ y me pasó varias veces, y para mi la más evidente de todas fue cuando fuí estudiante en Santiago. De aquellas era un tío que irradiaba y me mostraba seguro de mi mismo, con aires de líder y de mangonearlo todo. Y me forjé buenos amigos, pero también unos cuantos enemigos, enemigos que yo ni sabía que los tenía y que sólo estaban esperando el momento propicio. Y llegó ese momento y fue cuando dejé mis actividades revolucionarias y no me quedó otra que enfrentarme a mi propia realidad y que era bastante desastrosa. Acumulaba asignaturas pendientes y de varios cursos y aquello se me puso cuesta arriba. pero lo hice, me enfrenté con uñas y dientes, y a pesar que por el medio algunos antiguos compañeros y algún amigo se tomaron la venganza y se cebaron conmigo. ¿No eras tú el que ibas a solucionar el mundo? y ¿donde están tús camaradas y amigos?. lo de los amigos tampoco era así, porque más o menos los conservaba, pero los camaradas habían huído como ratas del barco hundido. Y me dolió y claro que me dolió y me hizo daño y tanto daño me hizo que incluso me ayudó a hundirme más en mi ciénaga.

                          Y no exagero nada, así fue y así lo viví. Cuestión vengativa fue mucha y de resentimiento mucho más que bastante. Aún a posteriori traté de entender porque creé tanto resentimiento y varias veces me puse en el papel de mis enemigos escondidos y pude sentir que sí, que pude hacer daño y aunque no fuera mi intención, si debí hacerlo. Pero esas cosas no se remedian con venganzas tontas y sanguinarias, pues yo me levanté de nuevo al cabo de unos cuantos meses y por fin entendí que habían sido otros tiempos y punto. Y si alguno me llevé por delante en esa época, pues fueron bajas colaterales y que se jodan y se retuerzan en su puta envidia.

                               Lo que yo realmente pienso, es que cuando estoy bien, soy un tío que irradio e imanto a las personas y no lo hago a base de estratagemas, lo hago con naturalidad, pues es un don con el que he nacido y por tanto no pienso desaprovechar y lo pienso exprimir hasta mi último halo de vida. Lo malo y como dije antes, es cuando empiezo a bajar mi tono vital, pues al principio, no quiero reconocer que estoy bajo minimos y entonces tardo demasiado tiempo en darme cuenta de ello. Pero todo tiene su cara buena y su cara mala y si yo quiero una cosa, pues simplemete me jodo y me tengo que contentar con también con tener la que no quiero.

                                En fin y concluyo, en el fondo me dá igual ser normal, que anormal o que paranormal, me importan las tres cosas un pito y el saltarme las reglas, para mí sólo tienen dos límites: uno que no me joda demasiado mi vida y la otra, es que traigan consecuencias sobre mis hijos, entonces apago y me voy y me vuelvo al corral de donde salípor la tangente. Aparte de éstas dos cosas, lo que me importa es seguir sintiendo con la misma intensidad que ahora siento y si para ello es imprescindible saltarse las reglas, yo seré el primero en saltármelas y que el mundo explote y que por mi se vaya a tomar por el culo.

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JULIO CORTÁZAR