MIS AMIGOS TAXISTAS

     Es hora de levantar el culo y ejercer de taxista, pero de taxista persona e ir a buscar a mi hijo pequeño. Y digo de taxista persona, porque  de esa especie hay pocos ejemplares, los pocos que quedan están guardados en el museo de arte contemporáneo. Un taxista persona, ¿que es eso?, me preguntarían mis hijos y yo lo les contaría, que hace muchos pero muchísimos años, las cosas que ahora los conducen eran personas y algunos te hablaban, concversaban contigo y se interesaban por el cliente o sea eran un servicio público eficiente. Después empezaron a cambiar las cosas y los taxistas empezaron a ser más importantes y por tanto mejoraron sus carrocerías y por supuesto sus precios.

             Poco a poco se hicieron batallón y una plaza de taxista era como conseguir el cielo, y ahí ya empezaron las primeras escaramuzas, pero lograron controlarse, más o menos y el caso es que organizaron un poco y establecieron paradas de taxis. Pero los días transcurrían y llegaron tiempos de represiones, era la última época del franquismo y ellos se pasaban el día observando y observaban tanto, que hasta se dió cuenta la poli, de que podían ejercer de espías y de chivatos. Hubo muchos que cumplieron esa misión perfectamente y recibieron palmadas en la espalda a cambio de ello, palmadas y algunos beneficios, claro.

                                Después vino la democracia, si esto mismo que tenemos entre manos o mejor dicho que tiene ellos, los poderosos entre sus manos y a lo que iba, los taxistas tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos. Y como no tenían de quién chivarse, se dedicaron a jugar entre ellos y fundaron mafias de taxis, unos se imponían sobre otros y a golpe de amenazas. Los cuatro buenos que quedaban cada vez estaban más aislados, pero estar estaban y siguen estando, a menos mal. Pero bueno a lo que voy y para acabar, se calentaron tanto y tanto, que llegó un momento en que se peleaban todo el día y aquí en Menorca, por ejemplo, llegado el mes de Julio y de Agosto o sea cuando llegan los guiris, no se llegaban a  atropellar pero casi. Entonces tuvieron que ponerle un árbitro, un árbitro para los taxis, un tío que les dijera a esos descerebrados: ahora te toca a tí y después a él y después al siguiente, al que está detrás de vosotros. Vamos peor que en una guardería de niños o peor que ponerse en una fila del Inserso, cuando van a por los platos de la comida. Con esto ya está dicho todo.

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JULIO CORTÁZAR