La pequeña historia de mi vida, ha sido muy corta. Demasiado corta... pero también ha sido demasiado intensa. Y que me quiten lo bailado, pero eso sí, que no me quiten lo vivido de lo que conservo en mi mala y pobre memoria. Sin memoria sería una zanahoria. Digamos que ahora y más nunca necesito tener la memoria fresca y porque cuanto mayor te haces se te empieza a doblegar el esqueleto y para compensarte, tienes que tirar mucho más de la memoria y así vas uniendo historias de antes con las de ahora y porque siempre hay un hilo invisible que lo conecta todo dentro de tí. Uno aprende y aprende mucho y aunque muchas veces se diga lo contrario, que se desaprende (cosa, que también tiene su parte de verdad). Con el paso del tiempo se aprende y se quiere mejor. Y sobre todo, uno aprende a quererse a él mismo. Esa es mi experiencia. Me castigo menos que antes, no vivo tan dentro de la penumbra de la depresión y si no fuera porque al cuerpo lo noto más viejo y más desgastado, creo que ahora no sería el tío más feliz de la tierra, pero le andaría cerca. Ahora me quiero como soy, me gusto y me perdono y si tropiezo dos veces en la misma piedra, quitaré esa piedra de mi camino. Y lo haré con calma y con la tranquilidad y paciencia que ahora me invade. Mi única prisa, es que no se acabe el día y que mis ganas de seguir escribiendo nunca se pierdan.
La pequeña historia de mi vida, ha sido muy corta. Demasiado corta... pero también ha sido demasiado intensa. Y que me quiten lo bailado, pero eso sí, que no me quiten lo vivido de lo que conservo en mi mala y pobre memoria. Sin memoria sería una zanahoria. Digamos que ahora y más nunca necesito tener la memoria fresca y porque cuanto mayor te haces se te empieza a doblegar el esqueleto y para compensarte, tienes que tirar mucho más de la memoria y así vas uniendo historias de antes con las de ahora y porque siempre hay un hilo invisible que lo conecta todo dentro de tí.
Uno aprende y aprende mucho y aunque muchas veces se diga lo contrario, que se desaprende (cosa, que también tiene su parte de verdad). Con el paso del tiempo se aprende y se quiere mejor. Y sobre todo, uno aprende a quererse a él mismo. Esa es mi experiencia. Me castigo menos que antes, no vivo tan dentro de la penumbra de la depresión y si no fuera porque al cuerpo lo noto más viejo y más desgastado, creo que ahora no sería el tío más feliz de la tierra, pero le andaría cerca. Ahora me quiero como soy, me gusto y me perdono y si tropiezo dos veces en la misma piedra, quitaré esa piedra de mi camino. Y lo haré con calma y con la tranquilidad y paciencia que ahora me invade. Mi única prisa, es que no se acabe el día y que mis ganas de seguir escribiendo nunca se pierdan.

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