4 POEMAS de Carlos de la Cruz





SER

Jugar en las eras
entre los montones de alubias
escarbar hasta el corazón
todavía húmedo
hacerte bolita y cerrar la puerta
para calentar el nido
desde dentro.


CARREQUEMADA

Siempre es otoño
en la casa de los abuelos en Carrequemada.
Una pila de carbón en la cochera
y una cántara de vino.

los nervios tensos de los tubos de aluminio
apilados contra la pared
esperan que caliente
para empezar a desplegarse entre los surcos
y soplar desde el aspersor
la caricia turbia del agua.

hace frío en la cocina,
sólo calienta junto a la llama;
abuela saca del saco de fertilizante una gallina
yo intento que cuadren las sumas,
de espaldas en el fregadero el ruido mojado de las alas.

entra el pequeño de mis tíos
ungido de barro reseco hasta las rodillas
tiene el pelo travieso como de tomillo seco;
mi abuela le ha guardado en un plato de aluminio
la primera sangre
y sin terminar de cuajar
bebe directo del cáliz.

Y a mí no me salen las cuentas
tengo mala letra.


PUEBLO

Y hay que doblar 
la espina frente a la tierra
antes de sacar de la víscera
el ramo de sus riñones.

hay que dejar el cuero de las uñas
y sonreír al escarabajo de la patata
cuando no te miran
y escribir esto
sobre su lomo de cinco rayas amarillas.

Tengo que cargar con las banastas
y luego con los sacos
mientras Abuelo no saca el hocico del surco.

Son casi las seis de la tarde
he llorado dos veces:
una cuando Madre me sacó de la cama
la otra cuando entendí
que no iba a venir a salvarme.


CEMENTERIO VIEJO

voy a la escuela del Cementerio Viejo
la que tiene los cipreses exhaustos
en una siesta eterna contra el muro de piedra
y puedes jugar pelota o a los cinco exploradores
entre las tumbas abiertas de los niños.

el padre de mi abuela Laura anda por ahí
en un hueco con barandas de ladrillo encaladas
me llevó un par de veces a cambiar el agua de las flores
y dar una mano de blanco antes del día de difuntos.

la muerte era un juego
luego se murió la madre de mi amigo josefélix
y recuerdo que dolía
como el silencio contra el cristal de una ventana.

Cuando se murió mi abuela Laura
dolió como si dios hubiera dejado abierta la puerta.



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JULIO CORTÁZAR